En los primeros tiempos en que se llevó a cabo esta práctica se acostumbraba a aplicar el fertilizante en operaciones singulares, quincenal o mensualmente. Esta práctica, que se derivaba de la adaptación a un nuevo sistema de las pautas habituales en la aplicación de productos granulares, conlleva un crecimiento excesivo consecuente a la operación, tal como ocurre con la aplicación de fertilizantes por los medios tradicionales.
La estrategia de fertilización con sólidos está relacionada con el coste asociado de su distribución en el campo y la dificultad de manejo de pequeñas cantidades repartidas en amplias extensiones. En la fertirrigación, no puede hablarse de un coste por operación, ya que éste se efectúa sin empleo de mano de obra, el coste de la maquinaria será fijo para la temporada y el consumo energético es insignificante en relación con el consumo precisado para la impulsión de los sistemas de riego. Además, la distribución de pequeñas cantidades no sólo no supone ningún problema, sino que nos permite utilizar equipos de inferior dimensionado.
La distribución del fertilizante en todos los ciclos de riego permite obtener un grado de nutrición uniforme en la temporada y evita picos de crecimiento, reduciendo así las necesidades de mantenimiento, reduciendo las pérdidas por lavado y consumo y evitando un crecimiento suculento que supone mayor riesgo fitosanitario. Además, el reparto del fertilizante en un mayor volumen de agua permite el uso de inyectores de caudal inferior.
Dosificación de fertilizantes
La gestión de la fertirrigación implica el conocimiento de las necesidades del cultivo en cada temporada, tanto de cada nutriente, como de agua. Una vez se ha decidido qué productos van a ser usados, podemos ya establecer el grado de dilución de cada fertilizante, en función de su riqueza y el volumen de agua en el que va a ser disuelto.
Cuando el agua de riego es utilizada como vehículo para proporcionar abonos disueltos en ella, se debe asegurar que estos abonos llegan a la planta sin haber precipitado o inmobilizado. Para ello es indispensable conocer el pH de la solución de riego y corregirlo en caso de ser inadecuado. La totalidad de los elementos nutritivos son estables y disponibles a pH 6,5-7,0, y es un nivel aceptable para la mayoría de las especies cultivadas.
La dosificación de diferentes productos puede ajustarse en el tiempo para adaptarse a las diferentes necesidades nutricionales que el cultivo puede tener durante la temporada. También deberá ajustarse en función del volumen aportado de agua en que lo distribuimos. Para dos períodos con el mismo requerimiento nutricional, el producto se aplicará más concentrado en aquél con inferior dotación de riego.
La dosificación de productos para la mejora de la calidad del agua, como las sales magnésicas y cálcicas para el control de la sodicidad, debe realizarse de acuerdo con los análisis de las aguas de riego, lo que indicará una determinada proporción fija entre caudal de riego y caudal de inyección, no debiendo en este caso depender del volumen aportado en el período.
Para la obtención de una uniformidad de crecimiento, evitando puntas y ralentización o desequilibrios nutricionales, lo más adecuado será fertirrigar diariamente, o, en cada ciclo de riego. Esto redundará en economía en fertilizante, en operaciones de siega y en desórdenes fitosanitarios, y no obliga al uso de inyectores de grandes caudales.
La concentración máxima de los elementos fertilizantes en los depósitos puede verse limitada por la reacción y precipitación de aquellos productos inmiscibles en elevada concentración. En la práctica, deberá preveerse la instalación de tres depósitos de abono para los macroelementos Nitrógeno, Fósforo y Potásio, otro para la solución de microelementos y finalmente otro para el ácido que usaremos en el control de pH. Eventualmente se puede disponer de otros pequeños depósitos para productos fitosanitarios, humectantes, calcio, etc. Todo ello dependerá de la estrategia prevista en el tratamiento.
El caudal a inyectar de cada producto dependerá del cálculo realizado de necesidad de cada fertilizante dividido por el volumen de riego previsto. Puede ofrecerse un control independiente de cada fertilizante si es inyectado mediante bombas independientes o mediante diferentes cabezales de una misma bomba si podemos controlar independientemente su rendimiento. La presión de trabajo de las bombas dosificadoras deberá ser siempre superior a la presión en la red en la que se desea inyectar.